ROMERÍA A LA ERMITA DE LA VIRGEN DE CASBAS
Se trata de una tradición que data del año 1.640, cuando una pertinaz sequía asolaba los campos de la comarca dándose las cosechas por perdidas. Los pueblos de Erés, Biscarrués, Piedramorrera, Losanglis, Fontellas, Bardanés y Ayerbe, acordaron acudir en rogativa a la pequeña ermita de la Virgen de Casbas para implorar el celestial milagro de tener agua para sus campos. Súbitamente, llovió con tanta copiosidad que se recuperaron las cosechas en abundancia.
Estos pueblos, en acción de gracias, hicieron voto de acudir en romería todos los años a principio de junio, para agradecer a la Virgen los favores dispensados. Tanto era el fervor que sentían hacia la Virgen , que Ayerbe, con las limosnas de los fieles, levantó en 1.700 un nuevo santuario, para sustituir a la casi derruida ermita del siglo XIII, que además resultaba insuficiente para albergar a los numerosos devotos que acudían a visitarla.
Las vísperas del día de la romería era bastante movido. Todas las cuadrillas de amigos y amigas ultimaban los preparativos de los materiales que iban a usar para engalanar las carrozas que adornarían tras la verbena.
Cada pandilla llevaba en secreto el lugar donde pensaban adornar el carro o galera con el que irían a la mañana siguiente a la romería hasta la ermita. Esta especie de conjura para no desvelar el dónde y cómo pensaban hacer su carroza, estaba motivada en que así no había copias en la decoración de las carrozas y , también para que no les quitasen los materiales para adornarlas, ramas, flores.... que ya tenían ojeadas para su posterior uso.
Terminado el baile, los chicos y chicas de cada cuadrilla se dirigían, por separado, al lugar previsto para engalanar los carruajes. Primero se colocaban los pujones de acarrear, a fin de facilitar el amarre de las ramas que formarían los arcos y tejado de tan singular carruaje. Todos aportaban su granito de arena a la hora de engalanar el carruaje, unos hacían de arquitectos, otros de obreros...
Terminada la estructura de la carroza, el grupo femenino procedía a la ornamentación de la misma con las flores que había logrado conseguir. La obra quedaba terminada al clarear el alba, dejando la carroza y las caballerías bellamente engalanadas.
Por la mañana, antes de iniciar la marcha hacia la ermita, se acostumbraba a dar una vuelta por las dos plazas para reunirse todos y hacer la salida en fila a la vez que cada grupo lucía su carruaje engalanado. Durante el trayecto, todos los amigos ocupaban orgullosos aquel vehículo, mejor o peor engalanado, pero que ellos consideraban como una obra de arte. En las mulas delanteras acostumbraban a montar sobre sus lomos los llamados mozos mayores, que eran los encargados de guiar y azuzar a la reata.
La llegada a la ermita era espectacular, pues existe una cuesta pronunciada hasta llegar al lugar donde se aparcaban los carruajes. La destreza de los que conducían las caballerías era muy importante en eses sentido.
Las gentes iban llegando a los aledaños de la ermita formando grandes corros en donde se daba buena cuenta de los suculentos almuerzos y no faltaba una buena bota de vino entre ellos. Un poco antes de dar comienzo la misa, llegaban las banderas identificativas de los pueblos vecinos con la representación de sus ayuntamientos. Llamaba la atención que los mástiles eran muy altos. Esto era una forma de destacar sobre el resto de los pueblos.
Tras los saludos de rigor y completa ya la comitiva oficial, se ascendía la caminata hacia la ermita, precedidos por los estandartes y formando la procesión tras los curas párrocos que oficiarían la misa. Los fieles que participaban en la procesión cantaban el himno a la Virgen de Casbas.
Terminada la misa , la fiesta romera continúa hasta una hora avanzada del mediodía en el que los peregrinos inician el regreso a casa para proseguir los actos festivos que en honor a la virgen se tienen programados. |