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 LA CALDERETA EN AYERBE

 

 

LA CALDERETA

Como todos los meses de septiembre, allá por la segunda semana, a las seis de la tarde, si Dios quiere y si el tiempo no lo impide (como los toros), las gentes de Ayerbe salen a la calle con sartén y rasera en mano en una fiesta culinaria que se ha convertido, con los años, en un acto más del programa festivo, la última fiesta de la Fiesta Grande en honor a Santa Leticia: LA CALDERETA.

El pueblo de Ayerbe posee una amplia tradición de fiestas culinarias. Casi todas las festividades religiosas dedicadas a los santos del lugar son celebradas con fuego o con fijaras. Pondremos por ejemplo la comida en el santuario de la Virgen de Casbas, celebrada en su honor a primeros de junio, o las hogueras de San Pablo o Santa Águeda (en invierno), en las que no faltan carne y patatas asadas. Pero la caldereta, coincidiendo con el último día de festejos, es una celebración profana que aunque coincida con las fiestas mayores no tiene carácter religioso en sí. Bien hay que decir, también, que en fiestas de Santa Leticia se hace...

En este día, cuadrillas de amigos, familiares y vecinos, cada uno en su puesto de costumbre, se reúnen todos los años para comenzar a preparar la última cena festiva.

Las plazas de Ayerbe se siembran de fuego, dando el aviso de que la fiesta acaba. Un año más se preparan la carne, las patatas, los aderezos, la leña, la sartén y la rasera. Aquí, cada maestrico tiene su librico, por lo que no vamos a entrar en recetas de cocina para evitar que algún lector piense que me olvido de tal ingrediente que es importantísimo.

La caldereta es una receta que casi nunca sale igual. Entre todas las que se preparan aquel día, no encontraríamos dos idénticas y no siempre los cocineros utilizan las mismas proporciones ni los mismos ingredientes. Lo que sí podemos decir es que con tener agua, aceite, cebolla, ajos, patatas, carne de cordero, sal y muy pocas cosas más, nuestra caldereta puede salir deliciosa.

Rondando las seis, como digo, el olor a leña quemada y el humo da paso al bullicio de los "cocineros" que van preparando con más o menos soltura y con más o menos ayuda por parte de los futuros comensales, las patatas y los ajicos, la cebolla y el pimiento, los puerros, los espárragos, los caracoles, la sal, el agua y, por supuesto, la carne.

Entre trago y trago, y amenizados por la música de la charanga, poco a poco comienza a cambiar el olor a fuego para convertirse en el aroma del antiguo guiso. Como de costumbre, faltará algún ingrediente, por lo que entre tanta "cocina callejera", se van prestando pizcas de menesteres que, de seguro, serán devueltas al año siguiente en la misma circunstancia.

Sobre las nueve y media de la noche, el tapiz de las plazas cambia. La gente que antes rondaba alrededor de la sartén se aposenta para degustar la cena.

En tan improvisado comedor, las aceras de la calle se convierten en una gran silla, propia de los menos "sibaritas". Otras veces las sillas de plástico de los veladores cambian de destino convirtiéndose en cómodos "sillones" por un día. Algunos vecinos ya tienen preparado el complejo conjunto de mesa y bancos incorporados para sacados esa noche en la única cena del año que por las fechas veraniegas permite cenar en la calle a todo el mundo.

Cuando todos cenan, y por un rato, parece que haya silencio en la calle. Roto el murmullo por algún petardo, alguna carcajada espont_nea o por el bullicio de alguna cuadrilla, siempre hay alguien que dice: "Está güenisma, ésta ha salido mejor que la del año pasao".

Esta es una cena amistosa que siempre se hace en gran cantidad y que se reparte sin ningún miramiento para todo aquél que quiera probada.

A veces, la prisa para acompañar en el último pasacalles a las presidentas y, otras veces, para evitar que el toro de fuego pueda provocar una incómoda digestión, se cena en mucho menos tiempo que cuesta preparar tan suculento plato. Postre y café rápido, dejaremos las últimas copas para un poco más tarde...

Y a las doce de la noche, una vez apagadas las hogueras de cada caldereta, recogidos los cubiertos, las vajillas y la sartén, escondidos los más miedosos y preparados los más valientes, salen los temidos, pero a la vez venerados, toros carnicrabas.

Para los más marchosos, aunque el cansancio se les advierta en la cara, la caldereta significa que cada vez quedan menos minutos de fiesta. Se resisten a pensar que la juerga termina. A media tarde, todavía se tiene el consuelo de que esto no ha finalizado todavía: aún falta la caldereta. Y cuando ésta termina, siguen pensando: aún faltan los toros de fuego. Y cuando el último toro que se quema entra por la puerta del Ayuntamiento para ser recogido hasta el año que viene, sólo les queda en consuelo de que todavía falta la traca...

Y por fin llega ésta. Aún con el olor a pólvora en el ambiente, producida por los cohetes borrachos y para pena de aquellos más juerguistas, suena el estruendoso acto final que con el último "petardazo" nos anuncia que todo acabó un año más.

Ahora sí que se acabó la fiesta.

Ahora sí que se acabó el verano.

Ahora sí que comienza el colegio.

Dentro de poco será el Pilar y Navidad, luego San Pablo y Santa Águeda, más tarde la fiesta de Quintos, Semana Santa, Virgen de Casbas, San Pedro, Santiago en Losanglis, San Lorenzo en Huesca, y j otra vez Santa Leticia en Ayerbe!

¡ Felices fiestas vividas y hasta el año que viene!

DEL LIBRO "TRADICION ORAL: FIESTAS POPULARES Y RELIGIOSAS EN AYERBE

 Pueblo: Ayerbe

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