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 LOS QUINTOS DE BOLEA

LA FIESTA DE LOS QUINTOS EN BOLEA

 

La celebración de la fiesta de los quintos ha perdurado en los pueblos de nuestra comarca, pese a que muchos jóvenes no vayan ahora a la mili ni pasen meses fuera de sus hogares en lugares lejanos. Pero el recuerdo de la antigua fiesta (que era a la vez una despedida de todo el pueblo) sigue vigente y en Bolea se celebra de una manera curiosa.

 Lo primero que llama la atención es que los quintos no tienen 18 años, sino 20, y sus familias colaboran con ellos económicamente y también de forma activa en la preparación de los actos.

 

Esta fiesta se viene realizando "desde siempre", según palabras de Fina Juncosa, de Bolea. Los actos comienzan en la mañana de Viernes Santo. En primer lugar, los quintos del año van a buscar el mayo, que es un chopo muy alto. Se trata de encontrar uno de mayor longitud que el del año anterior. Una vez cortado se para a almorzar abundantemente para que las fuerzas aguanten durante los tres días de fiestas. En muchos casos, los padres de lo futuros quintos ya tienen su árbol preparado para que cuando su hijo se quinte tenga el mejor chopo elegido y limpio. En caso de que no encontrasen uno apropiado, los quintos solicitan a algún vecino que les permita cortar uno o bien piden ayuda al Ayuntamiento.

 

Después del almuerzo vuelven al pueblo y se dirigen a la "punta el moro", un lugar elevado donde lo plantarán con ayuda de sus padres y de los quintos del año anterior y posterior. Este acto requiere de habilidad más que de fuerza, por lo que es conveniente que les ayuden personas mayores y experimentadas. Un año el mayo cayó sobre un joven al que rompió las piernas, y allí se quedó el árbol sin ser "plantado".

 

Una vez que el mayo queda plantado, trabajo que puede llevar varias horas,  todos los quintos y quintas se van a comer a la ermita de Santa Quiteria. El menú siempre es el mismo: caldereta (carne de cordero con patatas). Es preparado por los padres de los quintos y otras personas voluntarias.

 

Ya por la tarde y en Bolea,  sacan los santos en la procesión y hay un paso que año tras año es portado por los quintos.

Llegada la noche, el baile es el último acto del día. Todo el que lo desee puede asistir, previo pago de la entrada.

 

Comienza el Sábado Santo con la preparación de una gran tarta por parte de las chicas, suelen hacerla por la tarde y les lleva bastante tiempo pues se esmeran en que sea original y siempre diferente a la del año anterior. Una veces han diseñado una colegiata dulce, otras han sido los mallos de Riglos o la bandera de Aragón. Esta tarta se reserva para ser comida al día siguiente. Cae la noche y de nuevo el baile está abierto a todos.

 

El domingo es el día grande de la fiesta y quizá el más simbólico. Todos los quintos acuden a la iglesia acompañados de sus familias y estrenando "traje". Aunque ahora este detalle no parezca importante, hace unos años significaba "la puesta de largo" de los jóvenes y en muchos casos el traje que estrenaban era el primero que compraban en su vida, lo que les abría las puertas de la edad adulta. También sus padres estrenan ropa y supone un buen día de fiesta para las familias, además de un esfuerzo económico importante.

 

En la iglesia, los quintos ofrecen flores y son los protagonistas de la celebración. Acabada ésta, se van a comer por familias (los padres invitan a sus parientes y amigos) y suelen juntarse unas 40 ó 50 personas por casa. Este acontecimiento es motivo de alegría para todos y se parece mucho a la celebración de una comunión.

A las 5 de la tarde da comienzo la ronda, formada por el grupo de jota y rondalla que cantan y tocan la guitarra y la bandurria. Se alquila un burro (antes no era necesario pues había en muchas casas) y el animal tira de un carro que se ha adornado previamente y que lleva en su interior la gran tarta que se va repartiendo. Lo que quede de ella se volverá a repartir en la segunda sesión de baile de la noche.

 La ronda va pasando por las casas de los quintos atravesando el pueblo y recogiendo dinero que los vecinos les dan. El grupo de canto dedica a cada quinto una o dos jotas que han sido escritas especialmente para ellos y personalizadas según sus gustos, aficiones, carácter, etc

 

La ronda suele terminar tarde, pero todavía quedan ganas de asistir al último baile.  Hay que recordar que antiguamente la fiesta terminaba en lunes, e imaginamos que los quintos debían necesitar una semana, al menos, para recuperarse.

 Pueblo: Bolea

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