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Jean Monnet nació en Cognac, en el corazón de la Charente, en Francia, el 9 de noviembre de 1888. Pronto tuvo que comenzar a recorrer el mundo por necesidad. Su padre era distribuidor de coñac y al hijo le tocaba venderlo y tratar con clientes que, a menudo, se encontraban en otros continentes. Apenas había terminado sus estudios secundarios cuando fue a aprender inglés a Londres. Más adelante se dedicó a viajar y a vender licores por todo el mundo. De esta manera, se puso en contacto con banqueros, hombres de leyes y otros comerciantes. A pesar de su juventud, enseguida tuvo una visión de la evolución política de diferentes países. Poco impresionado por el boato del poder y ya forjado en un espíritu cosmopolita, emprendió una carrera profesional independiente. Planificador de la economía de la guerra En 1914, cuando contaba veintiséis años, quedó exento del servicio militar por razones de salud. Sus frecuentes viajes entre Francia y Gran Bretaña le permitieron observar el tráfico de navíos franceses y británicos que abastecían a las tropas aliadas en el frente, durante la Primera Guerra Mundial. No existía ninguna medida de coordinación que permitiese una utilización más racional de estos medios de transporte. Mientras franceses e ingleses combatían juntos en los campos de batalla, dos administraciones gestionaban por separado lo que pronto pasó a ser el factor preponderante de la guerra: el avituallamiento. A la vista de la situación, Monnet ofreció a las autoridades de ambos países un plan que pusiera fin a la costosa situación. Su idea, original para la época, de crear un consorcio marítimo fue aceptada y se le encargó su realización. En 1918 se creó un Comité Aliado de Transportes Marítimos, dotado de un ejecutivo común encargado de controlar a todos los buques aliados, sus características, sus cargas y sus movimientos. Esta organización de transportes y suministros pasó a ser el centro vital de toda la economía de guerra. A los treinta y tres años, en 1922, fue nombrado secretario general adjunto de la Sociedad de Naciones. A pesar de sus esfuerzos por dotar a la nueva organización de los medios necesarios para realizar sus tareas, enseguida pudo comprobar que los Estados miembros no estaban decididos a crear una autoridad supranacional. Después de realizar útiles misiones en Austria y en Alta Silesia, dimitió de su cargo en la organización en 1923, para consagrarse a sus asuntos familiares en Cognac. En 1926 abandonó de nuevo Francia y fundó un banco comercial internacional con sede en Estados Unidos, que gestionó durante una década. Visitó Polonia, Suecia y Shanghai, donde logró entrevistarse con Chiang Kai-Shek e hizo algunos proyectos para la modernización de la economía china. Su sentido del interés público y su preocupación por la paz le volvieron a acercar a la política en 1936, tras tomar conciencia de que las declaraciones y el comportamiento de Hitler conducirían inevitablemente a la guerra. Crítico respecto a las tácticas de apaciguamiento que mostraban las potencias centrales, inició una campaña para movilizar moral y materialmente a las democracias europeas. En 1938 quedó encargado por el presidente del Consejo francés, Édouard Daladier, de una misión secreta de compras en Estados Unidos. Tenía que hacer un pedido de aviones de guerra, cuando el gobierno estadounidense se encontraba sujeto a las restricciones impuestas por su política de neutralidad, con la Neutrality Act, que prohibía la venta de armas a cualquier país beligerante. Cumplió su misión y se entrevistó con el presidente Roosevelt, con quien mantuvo una estrecha amistad y confianza, hasta tal punto que Monnet se convertiría en uno de los consejeros más escuchados en la Casa Blanca durante toda la guerra. En la primavera de 1940 fue a Londres, unos días antes que el general Charles de Gaulle, y redactó un proyecto de unión indisoluble franco-británica, verdadera acta de fusión de las dos naciones, que intentaba crear un mayor espíritu de solidaridad entre ambos ejércitos. Los dos gobiernos aceptaron el proyecto el 16 de junio de ese año. Pero perdió todo su valor al día siguiente, al cambiar la mayoría en el gobierno francés y subir al poder el mariscal Pétain. Enviado por el primer ministro británico, Winston Churchill, a Estados Unidos en misión especial, Monnet prosiguió la lucha contribuyendo a la puesta en marcha de la economía estadounidense. Allí se convirtió en el arquitecto de la producción intensiva. Pero sus preocupaciones también se centraron en la suerte de su país tras la liberación. Ya en febrero de 1943 visitó Argel, sede del gobierno francés provisional, donde fue miembro del Comité Nacional de Liberación y colaboró a favorecer la toma de control del poder por parte de De Gaulle. Tras la victoria, se le encargó el avituallamiento de una Francia liberada pero exhausta. En 1945, De Gaulle le propuso la puesta en marcha de un plan para la reconstrucción y modernización del país, a partir de la ayuda económica proporcionada por Estados Unidos. El 11 de enero de 1947 el plan elaborado por Monnet fue aprobado y se le encomendó la tarea de ponerlo en práctica. Bajo su supervisión se alcanzaron los objetivos de producción previstos, pero el retraso era de tal magnitud que comenzó a plantearse la posibilidad de una actuación a más gran escala. La reconstrucción limitada a nivel nacional resultaba insuficiente y las fronteras ya se percibían como obstáculos para las economías europeas, por lo que Monnet veía necesaria una iniciativa de alcance político. Compromiso con Europa El ministro de Asuntos Exteriores francés, Robert Schuman, buscaba una solución a los diferentes problemas que planteaban el estatuto del Rhur, el nivel de producción del carbón y del acero y la igualdad de derechos políticos. Monnet se mantenía en constante contacto con él, en calidad de comisario del plan de reconstrucción. En 1950 redactó una propuesta formal para la creación de una comunidad del carbón y del acero que englobara la producción alemana y francesa, abierta a la incorporación de los demás Estados y dotada de una autoridad independiente que dispusiera de poderes delegados. La iniciativa, conocida como Plan Schuman, fue aceptada rápidamente por el canciller Adenauer, que veía en ella una oportunidad de asociarse en pie de igualdad con otra nación europea y abandonar su condición de potencia vencida. El Tratado de París, que el 18 de abril de 1951 estableció la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), creó y fijó los poderes de sus instituciones: la Alta Autoridad, colegio dotado de poderes autónomos y ejecutivos; el Consejo, que expresaría los intereses de los Estados; la Asamblea, que posteriormente se transformaría en Parlamento Europeo, y el Tribunal de Justicia. Pero el aspecto más importante de todo el plan era de naturaleza política al sellar la reconciliación entre Francia y Alemania y abrir la vía hacia una administración supranacional. Monnet fue elegido primer presidente de la Alta Autoridad de la CECA. Inmediatamente se puso a trabajar y sugirió un nuevo proyecto, para extender al ejército los mecanismos aplicados para el carbón y el acero: colocar bajo el mismo uniforme y bajo un mando integrado a los soldados de los Estados europeos que se adhiriesen a la Comunidad Europea de Defensa (CED). La propuesta francesa fue aceptada en mayo de 1952. Pero la atenuación de la guerra fría y la evolución política francesa jugaron en su contra. La Asamblea francesa rechazó el proyecto y finalmente no fue puesto en práctica. Para su siguiente paso, Monnet eligió el terreno económico. Colaboró con los políticos del Benelux Paul-Henri Spaak y Jean Beyen en la preparación de un nuevo impulso paneuropeo que se concretó en Messina, el 3 de junio de 1955. Se trataba de una iniciativa para crear una comunidad especializada en el ámbito de la energía nuclear de uso civil: la Comunidad Europea de la Energía Atómica (Euratom). A ella se acogieron los seis países que ya formaban la CECA. Paralelamente se adoptó la decisión de liberar a los Estados miembros de fronteras comerciales y de crear un mercado común de mercancías, hombres y capitales. Sería la Comunidad Económica Europea (CEE). Los tratados constitutivos de la Euratom y la CEE se firmaron en Roma el 25 de marzo de 1957. Monnet también tuvo una parte activa en este nuevo paso. Había dimitido como presidente de la CECA en 1955 para poder centrarse en su proyecto de construcción europea. Ese mismo año fundó el Comité de Acción para los Estados Unidos de Europa, que de 1955 a 1975 sería un grupo de gran influencia en la escena comunitaria. Su primer éxito fue la adhesión de los socialistas alemanes a la causa europea. Contribuyó mediante numerosos contactos a la rápida ratificación del Tratado de Roma por parte de cada uno de los Estados firmantes del mismo. De esta manera, ya desde finales de los años cincuenta, hizo posible que se avanzara en las primeras etapas hacia el mercado común. Las políticas comunes en el ámbito agrícola y social acompañaron a la liberalización de los intercambios y se realizaron plenamente con dieciocho meses de adelanto sobre el calendario previsto. La asociación creada por Monnet constituyó durante veinte años un precioso instrumento que permitió a su fundador intervenir en todos los temas comunitarios de importancia: la adhesión de Gran Bretaña, que apoyó en sus dos candidaturas, en 1961 y 1967, la unión política de Europa, la unión económica y monetaria, las relaciones con Estados Unidos, el desarrollo de las políticas comunes, el respeto de las instituciones, etc. La mayoría de los jefes de partido y los sindicatos de los seis Estados fundadores pasaron por esta institución, que actuó como un potente grupo de presión política al servicio de las ideas europeas. En el momento de la «crisis de la silla vacía», que opuso en 1965 a Francia contra sus cinco socios sobre el principio de voto por mayoría en el seno del Consejo, se opuso al derecho de veto, que juzgaba como un factor de bloqueo y como una negación de la ley democrática. Veló por la salvaguardia de los principios de independencia y de autoridad propia que debían caracterizar a la Comisión, garante del interés común y expresión de la voluntad de integración. En 1966, la Universidad de Bonn le concedió el recién creado Premio Robert Schuman, por sus servicios a la causa europea. En 1973, preocupado porque los jefes de Estado y de gobierno fuesen aún más responsables de la buena marcha de la Comunidad, contribuyó al nacimiento del Consejo Europeo, órgano de arbitraje supremo e impulsor, que fue creado en 1975. Al año siguiente, esos mismos jefes de Estado y de gobierno le nombraron primer ciudadano europeo. Siempre fue un hombre discreto, a disgusto en los escenarios públicos. Nunca emprendió una carrera política como tal y nadie conocía sus tendencias de partido. Actuó a través de los que ostentaban el poder y que cosechaban después la gloria. Monnet se contentaba con la satisfacción de ver cómo avanzaban sus proyectos. Sus raíces campesinas no le abandonaron nunca. Siempre buscaba el contacto con la naturaleza, propicio para largas reflexiones solitarias, en todos los lugares por los que viajaba. Al final de su vida, se decidió finalmente a plasmar sus vivencias en un esperado libro, Mémoires (Memorias, 1978). El 16 de marzo de 1979 fallecía en su residencia de Houjarray.
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